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Defiende un urbanismo responsable al servicio de la rehabilitación e impulsa el refuerzo de las políticas públicas de arquitectura en Bruselas, Madrid y Barcelona. Denuncia que los alquileres ‘están subiendo por encima de lo razonable’ y reclama medidas contra los precios ‘abusivos’, como han hecho Berlín o Viena.  Esos planteamientos inspiran la gestión del presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, quien reclama de forma constante una ley de arquitectura moderna al servicio de la habitabilidad. Aunque Jordi Ludevid sigue con el borrador dispuesto y a la espera de que el nuevo ministro levante la barrera, para poder explicarle que ahora la prioridad es poner en marcha esa Ley de Arquitectura  y quizás empezar a ‘definir qué es una vivienda digna’. 

‘El objetivo de la rehabilitación en España debería ser social, conseguir que la gente más necesitada tenga una vivienda digna’

‘La arquitectura ya no es una profesión elitista, sino comprometida con la habitabilidad de las personas. Esta es nuestra misión’

‘Hay que recuperar las ciudades con y para las personas’

SCD.- ¿Ha cambiado esta crisis –con desahucios, paro y recortes interminables- la mirada de los arquitectos sobre el trazado de lo que debe ser el espacio habitable, sobre el ejercicio de su responsabilidad?

Jordi Ludevid.- La crisis económica y social está sobre la mesa. Pero en el caso de los arquitectos también nos enfrentamos a un fenómeno nuevo, como es la democratización o masificación de la profesión. En los últimos 20 años se ha multiplicado por tres o por cuatro el número de arquitectos en el mundo, igual que sucedió en la ingeniería del siglo pasado. Y eso nos ha llevado a reflexionar sobre cómo nos tenemos que presentar ante los ciudadanos, porque ya no nos vale el relato anterior. Esta ya no es una profesión elitista con un referente único en las bellas artes, sino que va a ser una profesión comprometida con la habitabilidad de las personas. Esa es nuestra misión. 

SCD.- ¿Cómo se demuestra ese paso del elitismo al compromiso ciudadano?

J.L.- La profesión como tal tenía que clarificar su misión de una manera radical, porque aunque es cierto que la arquitectura es una de las bellas artes y una disciplina académica, también es, y de manera principal una profesión que debe definirse al servicio de la sociedad y de la habitabilidad de las personas en pequeñas o grandes arquitecturas (físicas o inmateriales) de todo tipo, edificios, barrios, territorios y paisajes; una sola profesión con un abanico inmenso de especializaciones más o menos humildes, porque centenares de miles de arquitectos no hacen ya proyectos de nuevos edificios, sino que construyen habitabilidad desde su especialización: tecnológica,  estructuras, consultorías...

SCD.- ¿Qué daño les ha hecho la construcción de infraestructuras y equipamientos en las que se han gastado miles de millones de euros para, finalmente, convertirse en ‘catedrales del desierto’?

J.L.- Nosotros también las llamamos ‘construcciones icónicas’, intervenciones que no construyen paisaje ni ciudad sino que más bien lo perjudican.

SCD.- ¿Cómo se justifica eso desde el punto de vista de los profesionales?

J.L.- No se justifica.  Creo que es una problemática de tipo socioeconómico en una etapa que presenta prosperidad y una actuación poco prudente, poco contenida, de ‘nuevo rico’, que no es ningún buen augurio para la situación actual. Sin embargo, con la crisis económica la mentalidad es distinta, porque ahora cualquier inversión se valora con mayor detenimiento, simplemente, porque no hay dinero. La abundancia a veces lleva a la frivolidad y todos hemos caído en eso.  Pero las decisiones importantes no estaban en manos de los arquitectos.

SCD.- Desde luego. Pero los profesionales también tenían una cuota de responsabilidad. Por decirlo de otra manera, en esa época no han jugado un papel activo a favor de una arquitectura para el ciudadano, de construir ciudades habitables y sostenibles. Esa responsabilidad, de alguna manera, no se ha desempeñado y quizás ahora están en el momento de reclamarla y ejercerla ¿no cree?

J.L.- Porque la arquitectura, debe ser objeto de políticas públicas, hoy casi inexistentes; dicho de otro modo, en general, la arquitectura en el mercado tiene frío y no solo en los circuitos evanescentes de la burbuja.  Como disciplina cultural y de interés social al servicio de la habitabilidad, la arquitectura necesita una regulación –una Ley de Arquitectura, tal como propone el CSCAE- y diversas políticas públicas concretas, tematizadas, porque la protección del patrimonio, por ejemplo, la gestión municipal y del paisaje son cuestiones que requieren arquitectos preparados para sostenerlas desde el interés público. La Seguridad social hizo con la medicina un papel muy importante de políticas públicas y de socialización de la profesión. La arquitectura, que es una profesión tan antigua como la medicina y que hoy más que nunca, debe estar al servicio de la habitabilidad, necesitaría puntos de apoyo público para manejarse con eficacia, pensando en el interés público y no en el economicismo habitual que rige el mercado, con burbuja o sin ella. De modo, que nosotros planteamos una Ley de Arquitectura que la reconozca como una disciplina de interés público y social, y que tenga unos desarrollos que la protejan. Por ejemplo, una protección que extendemos a los concursos de arquitectura, que no se pueden adjudicar a subasta. Las adjudicaciones deben regirse por un criterio de calidad, por el planteamiento y el mantenimiento. A nuestro modo de ver la adjudicación a subasta no tiene ningún sentido, porque al final el menor precio representa una desinversión en el espacio público, que sale muy perjudicado. En Europa lo que se abre camino es el reforzamiento progresivo de las políticas públicas de arquitectura y nosotros estamos impulsando en Bruselas, en Madrid y en Barcelona, donde ya tenemos en marcha una Ley de Arquitectura.

SCD.- ¿Es su principal preocupación actualmente?

J.L.- Claro. La arquitectura no tiene una ley moderna.

SCD.- ¿Cuáles son los pilares de una ley moderna?

J.L. El sector necesita una ley de arquitectura moderna orientada a la habitabilidad, no al servicio de los arquitectos. Los profesionales de la salud, por ejemplo, tienen una ley de las profesiones sanitarias. Se trataría de ordenar y regular el sector de una manera moderna recordando que su misión es la habitabilidad. Sería bueno considerar algo a favor de la vivienda digna porque no hay nada escrito al respecto. Nosotros hemos hecho algunas propuestas. Una vivienda digna no solo es una cuestión de indicadores, que regulan  las comunidades autónomas, sino de concepto y de prestaciones. Básicamente, una vivienda digna tiene que ser segura, accesible, habitable, eficiente energéticamente y tiene que respetar los valores culturales del edificio, no sea que nos vayamos a cargar un esgrafiado del siglo XVII por mor de la eficiencia energética. No podemos rehabilitar energéticamente un edificio, como hemos venido haciendo y dejar a los abuelitos en el ático. Es no es digno; la dignidad está en cumplir las cinco condiciones simultáneamente  y así lo planteamos.

SCD.- ¿Cuándo?

J.L.- Cuando se nos reciba. Nuestras propuestas pretenden devolver la ilusión al sector. Un revulsivo imprescindible.

SCD.- Según los estudios del CSCAE y la visión pulsada entre los profesionales, ¿la vivienda digna es una realidad muy extendida en España o aún está muy limitada?

J.L.- Los estudios están muy segmentados, no están hechos con la lógica de superponer los cinco elementos irrenunciables de una vivienda digna. Creo que tenemos graves problemas en accesibilidad y en eficiencia energética.

SCD.- ¿Por encima de la media europea?

J.L.- Sí, seguro, porque hemos empezado a intervenir más tarde. Y también porque tenemos un clima difícil, que requiere atender al frío y al calor, a la vez. Siempre se pone el ejemplo de los polígonos de los años 60 y 70 que tienen, en general, un aislamiento térmico muy insuficiente y que además suelen estar sin ascensor. Deberíamos mapificar esto, porque se promueve la rehabilitación de forma genérica y universal,  como si no tuviera que tener la prioridad evidente de conseguir que todas las personas tengan una vivienda digna. Ahora en políticas públicas solo se hace rehabilitación, apenas se construye vivienda de obra nueva. A mí me parece que habría que vincular las dos cosas y que el objetivo de la rehabilitación en España debería ser social, es decir, conseguir que la gente más necesitada tenga una vivienda digna. Yo, que soy barcelonés, cuando hablo de rehabilitación no pienso en Pedralbes, sino en el distrito Nou Barris que no se recupera solo.  

SCD.- ¿Los arquitectos pasean las ciudades? Se lo pregunto porque se pasa mucho tiempo en oficinas y despachos, sin contacto con la realidad, de forma que los espacios terminar por imaginarse más que por habitarse. Por ejemplo, ¿Tienen claro qué se debe recuperar y conservar de los barrios de antes y qué deben aportar los barrios del futuro?

J.L.- Los arquitectos viven y trabajan en las ciudades y en todos sus barrios. No hay una regla general, cada barrio tiene su propia historia. Yo creo que deberíamos recuperar el espíritu de complicidad  arquitectos y residentes; lo que teníamos en los años 80, que todas las asociaciones de vecinos de España tenían un arquitecto o dos para liderar los cambios, las transformaciones. No había dinero para hacerlas, pero tuvimos tiempo para prepararlas; y eso está muy bien, hay que pensar bien y colectivamente, antes de actuar.

SCD.- ¿Hay que tender más puentes entre arquitectos y ciudadanos?

J.L.- Es fundamental. Pero para trabajar juntos hay que reflexionar, hay que pensar. Yo recuerdo cuando era joven esa situación perfectamente. Entonces había tiempo para pensar. Mira, hay una anécdota muy bonita de Oriol Bohigas, a quien un periodista le preguntó en el año 1981, cuando entró en el Ayuntamiento, cómo tenía tan claro lo que había que hacer. Y la respuesta fue: ‘es que llevamos 30 años pensando".  Como él, mucha gente pensó de una manera colectiva, entre todos, durante muchos años. Creo que los barrios necesitan estos momentos de reflexión, de participación colectiva con  profesionales y también con la Administración. Pero ahora todo es muy vertiginoso, se hacen los trenes antes de pensar cuál se debe hacer. Y la arquitectura es una cosa que requiere sus tiempos de reflexión; es mejor pensar bien el proyecto y acortar luego la obra, antes de que la obra sea mala y lenta. De modo que la habitabilidad se decide en los barrios y con reflexión.

SCD.- Esa reflexión colectiva necesita que alguien empiece a crear redes entre profesionales, ciudadanos y administración ¿Son activos los arquitectos frente a esa necesidad?

J.L.- Creo que sí,  hay muchos compañeros arquitectos trabajando en esta lógica, lo que pasa es que son poco conocidos.

SCD.- Sería bueno visibilizar ese trabajo, porque la gente puede pensar que son los ciudadanos quienes se adelantan, por ejemplo en la recuperación de espacios urbanos como Chueca…

J.L.- En el caso de Chueca hay una onda de mercado detrás, un posicionamiento económico que ayuda mucho. Las cosas en la periferia extrema y no tan extrema son de otro modo.

SCD.- Sí, pero no podemos minusvalorar la iniciativa ciudadana

J.L.- No, en absoluto, al revés, lo que hay que hacer es acompañarla. Incluso hay que colaborar a generarla, como los arquitectos hicieron en los polígonos, en los años 70-80, que vivían en ellos. Ahora ya, con la masificación  de la profesión, hay muchos más arquitectos viviendo en todos los barrios. Y eso es una novedad, antes no era así. Ahora podemos poner un arquitecto casi en cada esquina, porque hay muchos en España. Eso ha cambiado completamente la profesión, por eso ya no nos vale el paradigma elitista de las bellas artes sino que hay que construir una profesión al servicio de la habitabilidad. Es cierto que con políticas públicas podría estructurarse mejor, con arquitectos de barrio especializados que pudieran ponerse al servicio de las asociaciones de vecinos, especialistas en participación, en escuchar y canalizar las cosas. Eso es muy importante porque favorece procesos de maduración más lentos y más acertados. Pero luego está la regulación del urbanismo, que tiene una parte que es el planeamiento que no nos vale, que hay que cambiarlo. Todo el mundo sabe que la lógica general del planeamiento, que viene del 56, pasando por la ley del 75, ahora ya es obsoleta porque se funda en algo que ya no ocurre y es que las ciudades crecen hacia afuera, en todo caso, crecen hacia dentro y se regeneran por cambios de uso, entre otros factores.  Y toda la regulación urbanista está pensada para recuperar plusvalías procedentes del crecimiento se ha quedado obsoleta, sin que hayamos empezado a plantear una regulación distinta. Hemos hecho una declaración desde el Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España por un urbanismo responsable que se ponga al servicio de la rehabilitación y que nos de instrumentos legales para hacer lo que hay que hacer.  Además debería haber apoyo local para que los movimientos vecinales no estén de espalda a la Administración. Insisto: una Ley de Arquitectura y de habitabilidad y una nueva Ley de  Planeamiento del Urbanismo son dos piezas fundamentales, una tarea muy urgente.

SCD.- ¿Cuándo dice que las ciudades crecen hacia dentro, se refiere a la llegada de emigrantes a los barrios céntricos, en edificios viejos, sin rehabilitar y, a menudo, en condiciones poco saludables?

J.L.- Me refiero a eso y también  a la crisis financiera, que ha cortado el crédito y por tanto la accesibilidad económica para la compra de viviendas. Ni el promotor tiene crédito para hacer viviendas en la periferia ni la gente tiene trabajo para pagar una hipoteca. En realidad la burbuja fue financiera, se hicieron muchas casas porque el dinero tenía que invertirse en algún lugar. Eso desapareció y, en consecuencia, los paisajes están más protegidos porque ya no son soporte del crecimiento en mancha de aceite. Pero la necesidad de vivienda sigue. A las familias, en general, les cuesta mucho obtener un crédito y lo que hacen es alquilar, pero con otro problema: la burbuja se está trasladando de la propiedad al alquiler; en Madrid y Barcelona ya se ha constatado que los alquileres están subiendo muy por encima de lo razonable.  Ahí también habría que intervenir, como Berlín y Viena, que han trabajado mucho para estabilizar los precios de la vivienda en alquiler. Eso también podría ser objeto de nuestra Ley de Arquitectura, si los alquileres son inasequibles no hay habitabilidad, te quedas a dormir en la calle. Limitar el mercado ya se sabe que topa con las leyes económicas, pero habrá que abordarlo. Los arquitectos somos soldados de la habitabilidad, por tanto, si los alquileres son excesivos o no permiten la habitabilidad de las personas estamos en contra.

SCD.- ¿Cómo enfocan la pobreza energética?

J.L.- Nosotros lo hemos denunciado desde hace cinco o seis años y hemos hecho algunas propuestas. Esto remite a la rehabilitación y a las políticas públicas de vivienda porque la pobreza energética tiene que ver con un edificio ineficiente y con una renta familiar insuficiente o nula. Entonces hay que combinar la política de piedras (edificios) y de personas (políticas sociales).

SCD.- ¿En qué medida hay que aumentar la construcción de vivienda pública?

J.L.- Todo el mundo tiene ahora claro que, en general, la única política pública de vivienda razonable es la de alquiler, lo que pasa es que ahora construir viviendas protegidas de alquiler tampoco es fácil porque no hay suficientes recursos económicos. La política social de vivienda es la promoción del alquiler que, por otra parte, en España tiene un porcentaje irrisorio en comparación con Europa, donde algunos países tienen tres veces nuestro porcentaje en viviendas de alquiler. En este país casi el 70% de la gente tiene propiedad. El alquiler tiene muchas ventajas respecto a la propiedad, por ejemplo, hace más flexible el mercado laboral.

SCD.- ¿Se sienten preocupados  arquitectos y urbanistas porque las ciudades sean cada vez menos espacios para el intercambio de ideas y la comunicación? 

JL.- Antes la ciudad estaba formada solamente por lugares, las tiendas, las plazas, las calles, donde se daba el encuentro entre las personas que, por otra parte, vivían a un ritmo más lento que el actual. Eso producía un tipo de comunicación muy interesante porque provocaba mucho intercambio de información. Ahora las ciudades ofrecen a menudo los "no lugares" o también espacios de flujos. La situación ha debilitado la socialización y la comunidad es un poco más débil, porque la ciudad tiene espacios que ya no son lugares sino que son espacios de flujos, donde la gente solo transita. Incluso algunos espacios de ocio,  a decir de algunos,  son ‘no lugares’. Esa pérdida de la condición de lugar, resta identidad local y raíces,  resta cohesión, nos lleva a una ciudad distinta, más frenética, con menos pausa. Hay muchos más flujos pero menos lugares. Nuestro sociólogo más importante, Manuel Castells, proponía ya hace años "socializar los espacios de los flujos y digitalizar los espacios de los lugares". En suma, tenemos que intentar recuperar las ciudades con un humanismo más acentuado. 

SCD.-  Después del largo parón ¿Se sienten ahora más atendidos por los políticos?

J.L.- ¡Ay, qué quieres que te cuente…! Como diría Manuel Vázquez Montalbán en referencia a su equipo de fútbol: ‘A este mundo hemos venido a sufrir’. El pesimismo de la inteligencia podía en él más que el optimismo de la voluntad.

Entrevista publicada Sociedad Civil por el Debate

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