Área de Presidencia

Agradezco a Jordi Ludevid, Presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España, el que haya pensado en mí para hacer la laudatio de Antonio Cruz y Antonio Ortiz, arquitectos distinguidos este año con la Medalla de Oro de la Arquitectura, bien merecido reconocimiento a una larga trayectoria profesional.

Sin duda, el Consejo ha considerado de justicia el unirse a las muchas muestras de admiración y respeto recibidas por Cruz y Ortiz en este año, en el que han visto culminar, tras más de una decena de años de trabajo, su intervención en el Rijksmuseum de Amsterdam, última, por ahora, de toda una serie de obras que pregonan su buen hacer. Y por ello, y antes de recordar de manera sucinta lo que ha sido su carrera, me gustaría valorar este proyecto que, en mi opinión, sintetiza y da razón de lo que es su credo como arquitectos. Que comienza siempre con la conciencia de cuáles son las circunstancias que se dan en aquella realidad sobre la que se actúa y a cuya transformación y mejora quieren contribuir con su trabajo, que ni se deja llevar por la senda de la práctica profesional convencional ni se recrea, en modo alguno, en la complaciente sumisión que imponen las modas. El encuentro con la realidad, en el caso del Rijksmuseum, les llevó a insistir, una vez más, en lo que cabe considerar como una constante en su trabajo: el respeto a la ciudad, por un lado, y el uso de las buenas prácticas constructivas, por otro. El Rijksmuseum, tras la intervención de Cruz y Ortiz, ha vuelto a instalarse en la ciudad y ha recuperado la condición de monumento simbólico que siempre tuvo. Y al dotar de nuevo a sus fábricas y paramentos de la prístina condición que tuvieron, ha recobrado una frescura y una actualidad que permite ver las obras que atesora en todo su esplendor. Una intervención sobre lo construido que no ha sido óbice para mostrar su capacidad de invención arquitectónica en la vigorosa transformación de los espacios de acogida, en los que la inclusión de una atrevida tramoya unifica los espacios y hace posible un nuevo y diverso uso de los mismos. Y ello gracias a la precisión con que se actuó en el edificio de Cuypers, en el que, sin alterar su estructura, Cruz y Ortiz han podido establecer un nuevo sistema circulatorio. Frente a comportamientos excluyentes y reduccionistas, una actitud abierta e integradora. No hay por tanto que extrañarse si el trabajo de Cruz y Ortiz ha merecido los más favorables juicios, tanto de los críticos como del pueblo llano que a diariamente hace uso de tan valioso edificio.

 

Cruz y Ortiz han puesto de manifiesto en una obra como el Rijksmuseum que no eran vanas las esperanzas que todos pusimos en ellos cuando en 1976 sorprendieron, a propios y extraños, con una obra tan singular como la Casa de María Coronel. Los entonces jóvenes arquitectos sevillanos que, tratando de ampliar lo que había sido su aprendizaje en la Escuela de Arquitectura de Sevilla se habían trasladado a Madrid, donde obtuvieron su título de arquitecto en 1971, daban muestras de una frescura, de una independencia y de un buen juicio que afortunadamente les ha acompañado a lo largo de su ya dilatada carrera. Son significativas las fechas, pues la generación de arquitectos que comienza su vida profesional a mediados de los años 70 ya no debe quedar incluida en el relato previo que, en términos geográficos, pasaba por reconocer dos polos culturales –Madrid y Barcelona– y en términos temporales por el afán de recuperar el lenguaje de la modernidad, cuestión crucial para los arquitectos de los años 50 y 60. Cruz y Ortiz pertenecen a una generación en la que las periferias ya no son marginales y para la que el contacto con el mundo exterior no será un problema.

 

Tras una fructífera experiencia profesional, adquirida en aquellos primeros proyectos de vivienda colectiva –viviendas en Villanueva del Ariscal, en las calles Lumbreras, Hombre de Piedra y San Vicente en Sevilla; Carabanchel en Madrid; Novo Santi Petri en Chiclana; Tharsis en Huelva– su inquietud les llevó a participar en concursos en los que pronto se manifestó su talento. La calidad e interés de sus propuestas fue reconocida con primeros premios, dando pie a que su práctica profesional se extendiese a otros programas, explorando así lo que podía ser en un país, que se iniciaba en la democracia, la arquitectura institucional. A definir lo que va a ser una arquitectura pública a partir de entonces, han contribuido, y muy decisivamente, Cruz y Ortiz, al ofrecernos edificios institucionales que evitan la retórica, que están próximos a las gentes, que nacen con clara voluntad de servicio, que entienden, en último término, el valor y significado que tienen en las ciudades.

 

Y así es preciso mencionar, incluso en este breve y escueto recordatorio de su trabajo, obras como la Ampliación del Ayuntamiento de Ceuta; el Museo del Mar en Cádiz; la Nueva Sede de la Diputación Provincial, las Oficinas para la Sede de la Junta de Andalucía y la Biblioteca Pública en Sevilla; o la Estación de Autobuses de Huelva, entre otras. Y puede que convenga terminar esta lista con dos obras de finales de los años 80 –la Estación de Santa Justa en Sevilla y el Estadio para la Ciudad Deportiva de la Comunidad de Madrid– en las que la capacidad de Cruz y Ortiz para asumir proyectos de gran escala, alta complejidad y fuerte impacto social, quedó comprobada. Cruz y Ortiz mostraban en aquellas obras lo que puede considerarse como característico de su arquitectura: respeto a lugares y programas, precisión lingüística, buen sentido –tanto en el uso de los sistemas constructivos como en la elección de los materiales– claridad en las plantas, seguridad en las secciones… Fieles a estos principios, Cruz y Ortiz han desarrollado una fecunda y provechosa carrera de la que –y a pesar de la concisión a que obliga una ocasión como ésta– forzoso sería recordar obras recientes tan valiosas como las Consejerías para la Junta de Andalucía y la Facultad para Ciencias de la Educación en Sevilla; la Facultad de Medicina y Ciencias de la Salud en Granada; los edificios estatales en Cádiz; el Estadio de Jerez y la Ampliación del Estadio de la Comunidad de Madrid… obras en las que la madurez de los arquitectos es patente, dada la contundencia y seguridad con que todas ellas se instalan en el medio.

 

Y que lo que era su propuesta arquitectónica no sólo tenía validez en nuestro país sino que también se apreciaba fuera de nuestras fronteras, pronto se puso de manifiesto. Desde principios de los años 90, Cruz y Ortiz participan en numerosos concursos fuera de España y el éxito obtenido en el convocado para construir el Puente de Maastricht les abrió las puertas al ejercicio profesional en Holanda, donde pronto valoraron lo que había sido su experiencia en la vivienda colectiva, al encargarles importantes proyectos en ciudades con tan valiosa tradición de arquitectura doméstica como Amsterdam, Rotterdam, Utrecht y la ya citada Maastricht. La competencia del estudio Cruz y Ortiz quedó confirmada al vencer en el ya citado concurso para la Ampliación del Rijksmuseum convocado en el año 2001. Puestos a recordar su trabajo allende nuestras fronteras, forzoso es también mencionar dos proyectos ganados en concursos: la Ampliación de la Estación de Basilea y el Pabellón de España en la Exposición de Hannover, obras que definitivamente asentaron su reputación en el exterior. Tras estos dos proyectos, valorados unánimemente por la crítica, el estudio sevillano de Santas Patronas está en la lista de aquellos estudios con los que se cuenta en Europa cuando una institución pretende acceder a la elección de un arquitecto mediante un concurso restringido. En la imposibilidad de mencionar todos aquellos concursos en los que han intervenido, recordemos tan sólo algunos de sus más recientes primeros premios: las viviendas en Leidsche Rijn en Utrecht, la Biblioteca de Humanidades para la Universidad de Amsterdam, la Reestructuración del Estadio Cornerado y el Campus Universitario Sapsi, ambos en Lugano.

 

Atentos al desarrollo de la profesión, el estudio de arquitectura de Cruz y Ortiz es un ejemplo de trabajo colectivo en el que la profesionalidad no es óbice para mantener vivo el espíritu de curiosidad intelectual. El interés en el debate acerca de lo que la arquitectura debe ser hoy ha llevado a Cruz y Ortiz a estar siempre próximos al medio académico, interviniendo en él sea como profesores, sea como conferenciantes. Y así Cruz y Ortiz han sido profesores en las Escuelas de Arquitectura de Harvard University y Cornell en Estados Unidos; ETH en Zürich, Lausanne y Ginebra en Suiza; Delft en Holanda… manteniendo continuos lazos con las Escuelas de Pamplona y Sevilla. Naturalmente, su actividad académica ha estado complementada con innumerables conferencias dentro y fuera de nuestro país y ni que decir tiene que su obra ha despertado siempre un gran interés que bien se refleja en múltiples publicaciones que documentan lo que ha sido su carrera. Por otra parte, el respeto que por su opinión se tiene, les ha hecho ser jurado en importantes concursos de arquitectura. Y ante la imposibilidad de mencionar los muchos reconocimientos y distinciones que han recibido, no puede prescindirse hoy sin embargo, de recordar la más reciente: el nombramiento como Caballeros de la Real Orden del León Neerlandés, máxima distinción holandesa otorgada por el Rey Guillermo I.

 

Quisiera terminar haciendo hincapié en el valor que una obra como la de Cruz y Ortiz tiene para los arquitectos españoles en las presentes circunstancias. La carrera de Cruz y Ortiz confirma que cuando un arquitecto se enfrenta a la realidad sin esquivarla y asumiendo la responsabilidad que la sociedad deposita en su trabajo es posible alcanzar las metas con las que uno ha soñado. Que es posible estar incorporados a la discusión global acerca del sentido que hoy tiene una profesión como la de arquitecto sin olvidar el medio, sin traicionar y confundir a la sociedad en la que se vive. Y que también cabe una práctica profesional no reducida al marco de lo que es la tierra que nos vio nacer. Cruz y Ortiz nos enseñan todo esto a lo largo de su lograda y dilatada obra. Cruz y Ortiz son un buen espejo en el que mirarse los jóvenes arquitectos españoles en unos momentos como éstos y el Consejo Superior de los Colegios parece haberlo entendido así al concederles esta bien merecida Medalla de Oro, distinción que muy de corazón celebramos todos los arquitectos.

 

Rafael Moneo

Madrid, 20 de noviembre de 2014

 

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