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El presidente del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España recala en la capital para reiterar la adhesión de la profesión a la candidatura de la Catedral en su periplo final por el título de Patrimonio de la Humanidad por parte de la Unesco.

 Entrevista publicada en Diario de Jaen (www.diariojaen.es) el 10 de marzo de 2014

Jordi Ludevid i Anglada: “Una ciudad también es un relato”


Se sienta “donde le dicen” y pide un papel para hacer anotaciones durante la entrevista. Es la segunda visita que el presidente del Consejo Superior de Arquitectos de España, Jordi Ludevid i Anglada (Barcelona, 1950), realiza a la capital y son varias las “misiones” que lo traen. Una de ellas, abordar la difícil situación por la que atraviesan los profesionales a los que lidera; otra, refrendar el apoyo de los arquitectos a la candidatura de la Catedral a Patrimonio de la Humanidad. 

—¿Cree que lo tiene fácil? 
—Lo tiene merecido. Fácil no sé, porque en esta vida no sé si quedan muchas cosas fáciles. 

—En el camino que recorre la Catedral por el título patrimonial, el entorno es igualmente importante. ¿Qué opina de él?
—Lo conozco poco pero, por lo que sé, es un entorno importante y, de alguna manera, juega un papel decisivo en la interpretación del templo. Los monumentos poseen un entorno y, además de arquitecto, tienen una colectividad detrás que fue la que impulsó e hizo posible su construcción, de modo que hay monumento, pero también barrio. Hay punto, pero también superficie y es razonable que se quiera mejorar el entorno.

—Como arquitecto y experto en gestión urbanística, ¿cómo debería ser ese proceso de mejora?
—El patrimonio ha pasado a ser visto, ahora, más como sistema que como puntos aislados y esto tiene que ver con el concepto de ciudades. Las ciudades son, entre otras cosas, la arquitectura histórica que hemos heredado de nuestros mayores. Todo esto forma un sistema que está relacionado y que, además, conviene relacionar desde todos los puntos de vista, incluso para su vertiente más económica, cultural o turística. No se puede hablar ya de un punto aislado de otro y eso tiene que ver con el entorno y con la lectura patrimonial de las ciudades, que es algo de mucha actualidad en Europa y en el mundo. La ciudad como patrimonio natural y cultural. Relacionar ambos, como Jaén está en condición de hacer con la realidad de los olivos, del aceite, de un ambiente mucho más rural, conjuntamente con la otra expresión de patrimonio cultural que es la Catedral, da mucho juego. Se trata de ver la ciudad como un conjunto, y eso creo que es más sostenible que no punto a punto.

—Sin embargo, ese fue el desarrollo que alimentó la fiebre inmobiliaria. Dentro de lo malo, ¿podría ser la crisis una oportunidad para superar ese modelo?
—Quizá, durante la burbuja no se valoraba tanto el patrimonio como lo vamos a hacer ahora. Crecíamos y crecíamos. Estábamos, tal vez, en otra lógica. Ahora se intenta mejorar lo que uno tiene. Creo que Jaén tiene mucho y claramente se podría hablar de ella como una ciudad patrimonial, como tantas otras en España o en Italia, por cierto, pero una ciudad patrimonial tiene que administrar esa herencia arquitectónica. Por eso, una lectura urbanística del patrimonio cobra mucha actualidad no solo por efectos económicos, turísticos o incluso de obligación de mantenimiento de los monumentos. Tiene que ver con la identidad de las ciudades y de las personas que viven en ellas. La identidad de una ciudad es siempre distinta de la de al lado aunque tenga los mismos habitantes. Tiene otra topografía, otra herencia, otro patrimonio, otro relato que contar. Al final, una ciudad también es un relato.

—Cuando uno recorre una ciudad, choca no encontrar en su desarrollo urbanístico y en sus edificios la armonía con la que, por ejemplo, la gente decora sus casas para hacerlas acogedoras. ¿Debería haber más control por parte de los ayuntamientos a la hora de conceder licencias de obras?
—No puedo responder con precisión porque hay mucha casuística y una amplia variedad de terapias para problemas que también son diversos, pero la belleza actúa por mimesis y también por contraste. Es complejo, y llevarlo todo a la armonía tampoco es el único camino. 

—En principio, parece claro que no se va a construir al mismo ritmo de antes, ni de igual manera. Hay administraciones que hablan de caminar hacia una sostenibilidad de las ciudades y de los edificios que se construyen. ¿Cómo lo ve? ¿Sería una buena alternativa en el momento tan duro que vive la arquitectura?
—Pues sí. Desde luego las ciudades europeas ya no crecen en mancha de aceite. Como mucho, se hacen operaciones importantes de reestructuración interna: espacios industriales que se reconvierten en terciarios o residenciales. Otra fórmula, como ya hemos dicho, es la rehabilitación y el mantenimiento del patrimonio para encontrar la identidad de cada ciudad y su relato. Y también es importante la digitalización, que algunos llaman “smart citys”: en realidad, estamos digitalizando la ciudad de las piedras, poniendo sensores, “redes wi-fi” y haciendo programas que, de alguna manera, están modificando el espacio público. Todo esto permite repensar el todo a partir de una parte y son los grandes episodios en los que la arquitectura se maneja ahora mismo. La profesión se está reinventando y recupera algunos valores que, durante la burbuja, habían quedado un poco olvidados, como el acompañamiento a la problemática de los barrios. Está volviendo y creo que las nuevas generaciones tendrán un papel activo.

—Desde hace un par de años, de la fachada principal del Colegio Oficial de Arquitectos de Jaén cuelga un cartel que denuncia que la profesión está “tocada de muerte”. ¿Es así?
—Ese cartel se refiere a la Ley de Servicios Profesionales y nos gustaría más verla muerta que viva. Esta ley no nos vale. Supone una amenaza y no vamos a dejar de luchar por que desaparezca.

—¿Cómo sobrevive el arquitecto en medio de esta crisis?
—Con muchas dificultades. Tenemos un paro de hasta el 60% y la facturación ha descendido de una manera espectacular. Es el 10% de la de 2006 y 2007. Sí, hay 4 millones de españoles que lo están pasando igual de mal que nosotros, pero no peor. También los periodistas estáis mal, pero el sector de la edificación está en el corazón de la crisis financiera y eso repercute mucho en una profesión que se tiene que reinventar. Y lo está haciendo con mucho esfuerzo y valentía, pero también con mucho sufrimiento. 

—¿Qué les pediría a las administraciones para salir del bache en el que se halla la profesión?
—Que retire el proyecto de ley y lo que tiene que ver con la norma de ordenación de la edificación y que resuelva definitivamente la facilidad crediticia. Si no fluye el crédito, es muy difícil que las condiciones laborales de los arquitectos mejoren y si, además, se hacen leyes que, siendo muy malas, no resuelven nada —al contrario, inquietan y desestabilizan a las empresas del sector—, entonces nos estamos equivocando. En vez de arreglar una situación, la empeoramos. Por eso está la pancarta ahí muy bien puesta. 

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