• ONU-Hábitat, ARUP, el Ayuntamiento de Madrid e ISGlobal comparten algunas claves para que nuestros pueblos, ciudades y territorios sean más saludables y sostenibles
• El presidente del CSCAE advierte de la necesidad de entender el valor de la salud “desde una posición estructural”

Madrid, 16 de junio de 2020. La primera reunión del grupo de trabajo “Ciudad y Territorio Saludable” del Observatorio 2030 del CSCAE en esta desescalada del confinamiento se ha centrado en el valor de los entornos saludables. Partiendo de la definición de salud que ofrece la OMS, no como ausencia de enfermedad, sino como bienestar de las personas, los expertos y expertas que han participado en la reunión han remarcado la importancia de que el factor salud esté presente en todas las fases del proceso urbanístico, desde el diagnóstico y la planificación hasta la implementación y la evaluación de resultados.

Antes del comienzo de las ponencias, el presidente del CSCAE, Lluís Comerón, ha alertado de que, aunque la pandemia de coronavirus es “un acicate, un motor” para transformar nuestras ciudades, porque “nos ha ayudado a constatar la importancia de la salud en nuestras vidas y la necesidad de preservarla”, hay que entender el valor de la salud “desde una posición más estructural, no como la respuesta a una enfermedad concreta”.

“A través de la planificación urbana, podemos atacar muchos de los elementos que tienen un impacto severo sobre la salud. Podemos mejorar las condiciones de los espacios urbanos; hacer viables las operaciones financieras para la provisión de servicios públicos, como saneamientos, agua y energía, y mejorar las condiciones de la vivienda”, ha señalado Gonzalo Lacurcia, asesor de ONU-Hábitat, que ha desgranado las claves de la publicación Integrando la salud en la planificación urbana y territorial, editada recientemente por ONU-Hábitat y la OMS.

En su ponencia, Lacurcia ha destacado los efectos del urbanismo en la prevención de enfermedades transmisibles, como las pandemias, pero también de otras que no son transmisibles, como el asma, el estrés o el sobrepeso, por ejemplo. Y ha abogado por un “urbanismo táctico” en el que la participación ciudadana debe entenderse como activo y en el que es imprescindible la gobernanza multinivel.

“Tenemos una gran oportunidad de trabajar para proteger la salud de las personas a través de la intervención en el entorno construido”, ha manifestado la investigadora del ISGlobal Carolyn Daher. Por eso, de la misma manera que es necesario analizar, desde el principio, el impacto de la planificación de la ciudad en la salud y en la morbilidad, la formación de las personas responsables de la aplicación de parámetros saludables es fundamental y “un reto”, ha apuntado.

Desde la consultora ARUP, su directora asociada Susana Saiz ha compartido con los participantes la información sobre el estándar WELL Communities, una certificación que nace en el año 2015 como “avanzadiilla” en el sector para impulsar cambios en las políticas urbanas y que, en la actualidad, se está desarrollando en uno de los principales distritos comerciales de Milán: Porta Nova.

El estándar WELL aborda estrategias de diseño a partir de diez parámetros diferentes: calidad del aire y del agua, hábitos de nutrición, iluminación, movimiento, materiales utilizados en la construcción de los espacios públicos y en su mantenimiento, temperatura, sonido y cohesión social. “Todas estas estrategias impactan en el bienestar de la comunidad, en el bienestar individual de las personas y también influyen en su prosperidad, porque generan más actividad en el barrio y son un propulsor económico”, ha señalado Saiz en la reunión.

Para adquirir esta certificación es necesario demostrar que se cumplen estos parámetros y, además, cada cinco años vuelven a medirse para garantizar su mantenimiento en el tiempo. la aplicación de este estándar requiere, al menos, que haya 500 personas viviendo en estos distritos, 50.000 metros construidos o 10 edificios y dos usos mixtos, aparte del proceso de monitorización posterior.

Por su parte, Luis Tejero, técnico del departamento de Cambio Climático del Ayuntamiento de Madrid, ha expuesto como caso de estudio la intervención realizada en tres centros educativos de la ciudad para mejorar sus patios. “El espacio público es el que permite mitigar las diferencias que genera el espacio privado. Actuar en él es, por lo tanto, un instrumento de reequilibrio territorial”, ha defendido Tejero, que, para hacer hincapié en los efectos del entorno construido sobre la salud de las personas, ha precisado que la esperanza de vida entre los habitantes del norte y del sur de la capital varía en siete años.

La intervención en estos centros educativos de los barrios de Usera, San Blas-Canillejas y Moncloa-Aravaca es el resultado del trabajo conjunto desarrollado por las áreas de Salud, Urbanismo y Cambio Climático del Ayuntamiento de Madrid, a partir del diagnóstico resultante del estudio realizado en los patios de 241 colegios. Ese trabajo desveló que “los patios no son los espacios de más calidad de la ciudad”, ha lamentado el técnico municipal. “Son pequeños, uniformes, no había posibilidades diferentes de ocupar el espacio y relacionarse en él -el 90% del espacio de recreo está para el uso de un determinado perfil de niño o niña y el resto tiene que arrinconarse en los espacios marginales- y están excesivamente construidos”.

Algunos de los resultados de esta intervención fueron la elaboración de una guía de diseño en entornos escolares; la creación de maquetas por parte de los alumnos y alumnas en las que señalaban lo que debía tener el patio y una adecuación de los entornos para mejorar las relaciones entre el alumnado, crear distintos espacios para distintos perfiles de niños y niñas y mitigar las temperaturas extremas, los problemas de agua o la pérdida de la biodiversidad.

Tras las ponencias ha continuado el debate con los participantes.