Discurso del Presidente del Senado en el acto de entrega de los Premios de Arquitectura Española Internacional y de la Medalla del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España

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Con la mayor brevedad, quisiera transmitir públicamente mi sincera felicitación tanto a D. Jaime Duró Pifarré, como a D. Rafael Arias-Salgado, por esta medalla del Consejo Superior de los Colegios de Arquitectos de España que ambos acaban de recibir, así como a todas las personas, empresas o instituciones cuya labor ha sido distinguida en esta primera   edición de los Premio de Arquitectura Española Internacional.


Se trata de una felicitación que expreso, como es lógico, en mi calidad de Presidente del Senado. Pero permítanme que también lo haga a título personal, desde mi profesión de arquitecto.

 

Cualquier oficio, de un modo u otro, está dotado de una dimensión social que nace de su propia funcionalidad. El oficio de la Arquitectura, evidentemente, no es una excepción. Bien al contrario, el compromiso cívico es una cualidad imprescindible del buen arquitecto. Pues su labor sólo alcanza pleno sentido en el seno de la sociedad, respondiendo a sus necesidades, y contribuyendo así a su bienestar y su progreso.

 

Hacer el mundo más habitable, pero también –valga la expresión- más “convivible”, sabiendo poner lo estético al servicio de lo útil: tal es el gran reto del oficio de arquitecto.

 

No hace mucho, recordaba Norman Foster que, en las ciudades, aún más importantes que los edificios, son los espacios existentes entre ellos. Efectivamente, lo son porque es ahí donde se produce el encuentro entre los ciudadanos.

 

Más allá de sus distintas tendencias o escuelas, toda forma de Arquitectura debe obedecer siempre al imperativo de atender a las necesidades derivadas de la convivencia en sociedad. Esa función social permanece inalterable, por más que cambien los materiales, los medios técnicos o los métodos de construcción.

 

Por su gran alcance social, la Arquitectura precisa de la comprensión y el respaldo de las administraciones públicas y la sociedad civil. Me consta, desde luego, que ese es uno de los mayores motivos de desvelo de los arquitectos y, por supuesto, de sus organizaciones colegiales y del Consejo Superior.

 

No voy a descubrir nada nuevo si digo que estamos viviendo unos años especialmente complicados para esta profesión, como lo están siendo para tantas otras, por culpa de la crisis económica y sus múltiples efectos.

 

Es una situación que está imponiéndonos inevitables esfuerzos y sacrificios, a los que nuestra sociedad está enfrentándose con serenidad, madurez y solidaridad, gracias a lo cual podemos mirar al futuro próximo con razonable confianza.

 

Me gustaría destacar especialmente la capacidad de respuesta frente a los problemas que están demostrando nuestros arquitectos. Porque, hoy, además de tener que reaccionar frente a la situación de hecho impuesta por la crisis, los profesionales de la Arquitectura deben saber adaptarse a los profundos cambios, los desafíos y también las oportunidades de nuestro mundo globalizado.

 

El nuestro es un mundo muy exigente, muy competitivo, en el que al arquitecto, hoy, se le exige ser versátil; ser capaz de incorporar una perspectiva multidisciplinar a su modo de trabajar; apostar decididamente por la innovación; aprender a utilizar eficientemente los recursos para hacer más con menos;  o también saber ampliar su horizonte profesional a los nuevos campos de actividad, que vienen a complementar o sustituir a los tradicionales, como son los de la rehabilitación, la regeneración de espacios urbanos o la arquitectura sostenible.

 

España cuenta con arquitectos muy bien preparados para hacerse sitio en esta nueva realidad. Tal como demuestran los premios que hoy se han entregado, la Arquitectura española, gracias a su excelente nivel, tiene una creciente proyección internacional, que es la mejor prueba de la alta cualificación y de la iniciativa emprendedora de nuestros profesionales y nuestras empresas.

 

Deseo, en conclusión, que estos primeros Premios de Arquitectura Española Internacional, que hoy han sido otorgados, sirvan eficazmente a su propósito: extender el reconocimiento y la justa valoración social del trabajo que nuestros arquitectos y nuestras empresas realizan por todo el mundo, y, por supuesto, afianzar el imprescindible respaldo que merecen desde las instituciones y las administraciones públicas.

 

Muchas gracias. Y ahora, para concluir este acto, quisiera pedir a S.A.R. el Príncipe de Asturias que nos dirigiera unas palabras.

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