El Cobre y la Salud |

 |
ELEMENTO NATURAL. El cobre es un elemento natural
que forma parte de la corteza terrestre y, por
tanto, las aguas superficiales y subterráneas
contienen cobres sin que esto suponga ningún riesgo
para nuestra salud. Por otra parte el cobre forma
parte de nuestro organismo donde, junto a un pequeño
grupo de otros metales, desempeña multitud de
funciones esenciales para la salud. Así, resulta
imprescindible para el funcionamiento de diversas
proteínas y enzimas, contribuye a la formación de la
hemoglobina y desempeña un papel vital para el
funcionamiento del sistema nervioso central.
Precisamente por ser un elemento natural incorporado
en el organismo humano, este autorregula la
absorción desde el 15% al 85% del contenido de cobre
en la ingesta, según la riqueza de los alimentos,
eliminando el posible exceso mediante la secreción
biliar.
LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD. Según la
Organización Mundial de la Salud (OMS) la ingesta
mínima diaria para que una persona adulta pueda
mantener una buena salud es de 20 a 50 microgramos
por cada kg. de peso. Durante la infancia, y durante
el período de lactancia de la mujer, las necesidades
mínimas de cobre son más elevadas. Como límite
máximo tolerable para la ingesta de cobre, el
Instituto de Medicina de Estados Unidos establece 10
mg/día.
La OMS reconoce en su “Guía para beber agua de
calidad” que “de los datos disponibles sobre la
exposición humana en todo el mundo, particularmente
en Europa y en América, se deduce que la deficiencia
en la ingesta de cobre representa un riesgo mayor
para la salud que el debido a un exceso”.
LA
DIRECTIVA EUROPEA.
La
Directiva Europea sobre el agua para consumo humano
establece 2 mg/l como límite máximo para el
contenido en cobre, medido a la salida del grifo del
consumidor. Esta Directiva fue adoptada mediante el
Real Decreto 140/2003 del 7 de febrero de 2003 y los
límites para las substancias contenidas en el agua
siguen un principio precautorio que garantiza la
salud de los consumidores.
MIGRACIONES AL AGUA.
Cualquiera que sea el material utilizado en las
instalaciones se producen migraciones de componentes
o sustancias por la interacción de éstos con el agua
que conducen. En el caso de las tuberías de cobre,
solamente este metal puede migrar al agua y, por
tanto, la situación es predecible, manejable y
conocida ya que en base a la extensa literatura
médica se conoce muy bien la concentración límite
para evitar “exceso” así como las necesidades
mínimas de cobre en la ingesta (OMS). La situación
es muy distinta cuando los materiales empleados son
productos de síntesis química ya que éstos liberan
una variedad de substancias o productos de
degradación por envejecimiento (Ageing), radiación
U.V., desestructuración de los polímeros (stress,
cracking) o bien por la actividad bacteriana sobre
el material. Ésta variedad de substancias es tan
amplia como la variedad de aditivos añadidos al
polímero. Por otra parte, la mayoría de estos
productos no han sido aun estudiados desde el punto
de vista de la salud humana y sus efectos no son
predecibles aunque desde hace 3 años están surgiendo
alarmas sobre efectos graves en la salud.
BACTERIOSTÁTICO.
Finalmente, el cobre tiene unas destacadas
propiedades antibacterianas y reduce la
proliferación de una gran variedad de organismos
patógenos tanto en el agua como en las superficies
de las cocinas en contacto con alimentos, pasamanos
y tiradores de puertas, así como en productos tan
utilizados como las monedas. |
|