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Artículo de interés de El País: Los aires modernos de la arquitectura española

Basílica de Nª Sª de Aránzazu, 1950-1955, Oñate (Guipúzcoa) Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga, Jorge Oteiza y Eduardo Chillida (elementos escultóricos), Lucio Muñoz, Carlos Pascual de Lara, Néstor Basterrechea y Javier de Eulate (pinturas) © Jesús Martín RuizFuente: El País / Enlace a la noticia 

Mª JOSÉ DÍAZ DE TUESTA.

Frente a la arquitectura especulativa de las últimas décadas, tan ansiosa por encontrar efectos especiales, está sin ir muy lejos una arquitectura basada en la racionalidad, en el uso preciso de los materiales y con una cualidad ética: cumplir una función social. Estos valores llegaron de la mano del Movimiento Moderno que en España se sitúa entre 1925 a 1965. Luego se abandonaron en los años ochenta con el culto a la posmodernidad y ahora se percibe un cierto regreso, quizá a fuerza de la crisis. Ejemplos magníficos hay unos cuantos repartidos por toda la geografía española. La Fundación Docomomo , que se dedica a documentar, cuidar y difundir ese impagable patrimonio, acaba de publicar el primer volumen de Equipamientos Lugares públicos y nuevos programas, 1925-1965. Recoge con apreciable minuciosidad, con su ficha, planos, fotografías y una breve descripción, 300 obras ordenadas por comunidades autónomas de edificios educativos, sanitarios, religiosos y administrativos. El segundo tomo se encargará de los comerciales, turísticos, de ocio, deportes y de transportes.

Foto: Basílica de Nª Sª de Aránzazu, 1950-1955, Oñate (Guipúzcoa) Francisco Javier Sáenz de Oíza y Luis Laorga, Jorge Oteiza y Eduardo Chillida (elementos escultóricos), Lucio Muñoz, Carlos Pascual de Lara, Néstor Basterrechea y Javier de Eulate (pinturas) © Jesús Martín Ruiz

 

 

"Es necesaria una mirada al pasado para descifrar lo que somos, porque cada estilo es el reflejo de las inquietudes y los gustos de una determinada época", dice Celestino García Braña, presidente de la Fundación. "Por ejemplo, la Alhambra fue cantera y cueva de ladrones hasta que los románticos se fijaron en ella porque conectaba con ese interés que tenían por los cultos exóticos".

Los edificios de la modernidad dicen adiós a los estilos anteriores basados en lenguajes históricos: neorromanticismo, barroco, neoclásico...e irrumpen con un lenguaje funcional, técnico y con la expresividad de los nuevos materiales, el hormigón, el hierro y el vidrio. Uno de los ejemplos es el Centro de Investigaciones Geológicas, en Madrid, de Miguel Fisac. "Toda la expresividad del edificio se concentra en el uso del hormigón", aprecia García Braña. Del mismo arquitecto se derribó no hace tantos años, en 1999, La Pagoda, algo que los arquitectos compararon como "la quema de un "miró". ¿Hoy hubiera sido derribada? "Quiero creer que no", afirma el presidente de esa Fundación que ejerce de "vigilante" de esos edificios. "El patrimonio hay que crearlo día a día y las administraciones públicas y la sociedad tienen que ser conscientes de ello".

Espacios religiosos

En cuanto a los espacios religiosos, los aires renovadores que llegaron con el Concilio Vaticano II encajaron bien con esa nueva visión de la arquitectura. En pleno debate sobre la arquitectura de culto, en los años cincuenta, prolifera la construcción de iglesias. Una de las más originales por su imagen y por el uso del hormigón y superficies de vidrieras es la iglesia parroquial de Nuestra Señora de Guadalupe (1965), en Madrid, de Félix Candela, que empieza a construir en España tras un largo exilio en México. También se integran en este movimiento, Nuestra Señora de Aránzazu (1955), en Oñate, Guipúzcoa, de Sáenz de Oíza y Luis Laorga o la iglesia de Fuencisla (1965), en Madrid, de José María García de Paredes. Esa nueva arquitectura también entró de lleno en los colegios cuya organización cambió radicalmente. La luz es vital, el aula debe ser un espacio iluminado uniformemente, pero los rayos de sol no pueden molestar, tienen que ser indirectos, así que la orientación norte es esencial.

El colegio de Las Teresianas (1969), en Córdoba, de Rafael de la Hoz, el Colegio Mayor Casa de Brasil (1962), de Alfonso D`Escragnolle y Fernando Moreno, en Madrid, o el de Nuestra Señora de Santa María (1962), de Fernández Alba, también en Madrid, con las aulas que se repiten dispuestas para buscar el sol son dos buenos ejemplos de que la función no solo es una cuestión de estilo, sino la que organiza todo el edificio. Junto con la funcionalidad, la austeridad de medios era otro de los valores supremos del Movimiento Moderno y que según García Braña vuelve a tener razón de ser: "O sea, más humildad".

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